8/06/2006

Aparición del cine sonoro en los años 30

Los años 30 llevaron a Portugal la novedad del cine sonoro. Al inicio de la década los actores y técnicos portugueses se desplazaban con regularidad a París para realizar las versiones portuguesas de los grandes éxitos norteamericanos. La calidad era obviamente inferior a la de los originales, pero los rendimientos económicos no eran nada despreciables, pues las versiones no sólo eran exhibidas en Portugal también en Brasil, donde el cine portugués gozaba de gran aceptación popular.
La primera producción sonora portuguesa no tardó en realizarse.
Leitão de Barros, que se mantiene en primera línea del cine nacional propone llevar a la pantalla grande una pieza de Julio Dantas, fechada en 1901, que narraba la historia de amor (según parece real) entre un noble, el marqués de Marialva, y una meretriz de nombre María Severa Onofriana, que se tornaría figura legendaria por haber llevado el fado, forma musical asociada a las clases más bajas e incluso a la marginalidad, a los salones de la nobleza. Como ningún estudio portugués poseía condiciones técnicas apropiadas para rodar con sonido, La Severa tiene las escenas exteriores rodadas en Portugal y las interiores en París. La sonorización se hizo en París. El éxito de público y crítica fue tal que desde ese momento se iniciaron proyectos para crear instalaciones que permitieran el rodaje de películas sonoras en territorio portugués.

Dado que no todos los cineastas portugueses podían permitirse salir del país para buscar los elementos técnicos necesarios se continuaba a rodar cine mudo, en general de escasa originalidad y limitada aceptación de público y crítica. Una excepción, a nivel artístico lo encontramos en el cortometraje Duero, faena fluvial exhibido junto con La Severa con motivo del V Congreso Internacional de la Crítica celebrado en Lisboa en 1931. Su autor se estrenaba en la realización, si bien ya había tenido contactos con el cine como actor. Venía de Oporto y su nombre era Manoel de Oliveira. Con su documental sobre la actividad del pescador de ribera Oliveira vendría a conocer lo que ha sido una constante durante toda su larga carrera cinematográfica: dificultad de aceptación del público portugués y amplio reconocimiento por parte de la crítica internacional.
En 1932, se inician los trabajos de montaje de los estudios Tobis Portuguesa, apertrechados en gran medida con material llegado de Alemania, de la empresa Tobis Klang Film. Será ahí, antes incluso de que estuvieran totalmente acabados, donde se rodará la primera película sonora enteramente rodada en Portugal. Su director será un arquitecto de renombre, conquistado por el arte del celuloide, que sólo ahora alcanzará mayor notoriedad en ese medio: José Cottinelli Telmo (1897-1948). En el rodaje de La canción de Lisboa participaron nombres relevantes de la cultura portuguesa, como el escritor José Gomes Ferreira (1900-198 ), que participó en el montaje, el pintor Carlos Botelho (1890-1982), ayudante de dirección, y Almada Negreiros, que elaboró dos carteles. Para el elenco fueron invitados algunos de los actores de teatro más célebres del momento, algunos de los cuales se convertirían en mitos, como Antonio Silva (1886-1971), Vasco Santana (1898-1958), Beatriz Costa (1907-1996) y Teresa Gomes (1883-1962). Todos tenían experiencia en el teatro de revista, por lo que cantaban, improvisaban y tenían un registro de humor popular que la película evidencia con diálogos vivos y repletos de doble sentido, una de las técnicas de humor de la revista “a la portuguesa”.

E n la década de los 30 la subida al poder del Partido Nacional Socialista Alemán de Hitler, llevó a Portugal a algunos actores y técnicos alemanes que huían de la situación en su país. La incipiente industria cinematográfica portuguesa, si no al mismo nivel que la alemana, al menos permitió que se adaptasen desarrollando una actividad profesional dentro del mismo área. El primer filme resultante de la colaboración entre alemanes emigrados y portugueses fue Ganado bravo (1934), dirigida por António Lopes Ribeiro (1908-1995). Los técnicos alemanes introdujeron un mayor aprovechamiento de los exteriores y una claridad en la imagen que el sol de Portugal en ocasiones complicaba, al hacer demasiado duras las sombras que los complementos de atrezzo, vestuario o del decorado (sombreros, ramas de los árboles, etc) producían en el rostro de los actores. Ganado bravo consiguió la acogida de público necesaria para mantener activos a los profesionales alemanes, que a raiz de este filme participaron en casi la totalidad de las películas rodadas durante la década.


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